Mario Moreno pensó que obtendría más de lo que merecía en las pasadas elecciones del 6 de junio, y aunque logró la candidatura nunca obtuvo el respaldo del priismo ni de otros sectores sociales. Su actividad política por años se limitó a Chilpancingo y muy poco al interior del estado.
En campaña, el gobernador Héctor Astudillo, contrario a lo que Mario Moreno y Ángel Aguirre querían, se limitó a mantener el curso de su gobierno, a mantener y garantizar estabilidad social, política y económica. Los tiempos de la cargada quedaron atrás y la responsabilidad de sacar adelante un proyecto que no tenía futuro siempre estuvo en manos del ex gobernador Aguirre.
Lo anterior no quiere decir que no tuvo el apoyo del gobernador, por el contrario, es bien sabido que cada que podía, hacía llegar comentarios, observaciones y sugerencias que nunca fueron tomadas en cuenta por el equipo de Mario Moreno ni por Ángel Aguirre, esa indiferencia sería muy costosa porque si de inicio nunca contó con el apoyo de todo el priismo, con su actitud, este se redujo aún más, y en el pecado llevó la penitencia.
La cancha completa fue puesta para la operación del ex gobernador Ángel Aguirre, quien se convirtió en el tutor político de la coalición PRI-PRD.